Sobre la marcha del "18F"

Sobre la marcha del "18F"

No tan distintos

El 11 de abril de 2002, en Venezuela, Fedecámaras, agrupación que nuclea a las grandes empresas del país, y en ese momento fuertemente opositora, convocó a una marcha en el este de Caracas en protesta por una ley. La marcha luego fue desviada hacia al Palacio de Gobierno. Rodeando el palacio de Gobierno, se habían convocado simpatizantes del presidente Hugo Chávez, y cuando ambos grupos se encontraron se produjeron enfrentamientos que causaron varios muertos en ambos bandos. En la madrugada del día siguiente el Alto Mando Militar anunció que el presidente y el vice presidente habían renunciado en razón de los disturbios tras habérselo solicitado. Inmediatamente los militares nombraron como presidente al presidente de la Cámara empresaria que había organizado la marcha. Los medios reproducían la versión del vacío de poder y daban por legítimo al nuevo “presidente”. Gracias a fuertes protestas populares y a algunos militares leales al presidente constitucional, que estaba privado de su libertad y pudo anunciar que no era cierto que hubiera renunciado, el golpe de estado se frustró. La oposición argumentó y el poder judicial determinó, sin embargo, que no se había tratado de un golpe de estado sino de una medida de urgencia ante el vació de poder generado por la renuncia del presidente.

En marzo de 2009 el Poder judicial hondureño comenzó una causa judicial, que en principio parecía disparatada o inofensiva, contra el propio presidente de la República. Cerca de junio de ese año, el presidente decidió someter a plebiscito la posibilidad de una reforma constitucional. La Corte de ese país se lo negó, pero el presidente siguió igual con la organización de la votación. Entonces la Corte ordenó su detención. Después de idas y venidas y persecuciones policiales, el presidente debió abandonar el país. Se llamaron a elecciones y las ganó su opositor. La realidad es que Zelaya estaba girando su política a alinear su país con los gobiernos populistas de centroizquierda en América Latina (en la línea, Chávez-Correa-Evo-Lula), y eso resultaba intragable para las elites hondureñas y para los intereses internacionales que siempre dominaron la región. Por supuesto, los vencedores siempre negaron que se tratara de un golpe de estado, pues se trató de una orden judicial de detención emitida por la Corte de ese país, contra un ciudadano sospechado de cometer delitos,  válida en tanto se siguieron todos los procesos formalmente válidos.

En septiembre de 2010, en Ecuador se desató una feroz huelga policial y protestas militares contra un proyecto de ley del Presidente, Rafael Correa. Él mismo fue al regimiento de policía que era el principal foco de la huelga, para intentar aplacar la rebelión. En medio de la protesta fue agredido con una granada de gas lacrimógeno y resultó lesionado de una rodilla. Por esa lesión fue llevado hacia el hospital del cuerpo de policía allí cerca, y el edificio fue cercado por los policías que protestaban. Los policías rebeldes no dejaron acercarse a otros miembros del gobierno que intentaron ingresar a ver al presidente. Esa misma noche, los insubordinados intentaron sacarlo del Hospital, preparándole una emboscada a la salida, maniobra frustrada por las fuerzas armadas, que rescataron al presidente.  Entre las protestas, la toma y la recuperación del hospital hubo 5 muertos y 247 heridos. La oposición (principalmente las principales empresas de medios de comunicación de ese país) denunció a Correa por haber ordenado a las fuerzas armadas la recuperación del hospital, acusándolo de haber ordenado homicidios de los policías, lo que constituiría en su caso un delito de lesa humanidad.  Es decir, provocaron la crisis, y luego culparon de su saldo, al presidente que intentaron derrocar (como se verá, parecido a lo que luego harían con Lugo). En este caso, el intento de derrocamiento fue frustado. Por supuesto, muchos de los reclamantes afirman ahora que no se trató de un intento de derrocar o matar al presidente sino de una protesta que se salió de las manos.

En mayo de 2012, en Paraguay, la finca de un referente del partido Colorado (opositor) fue ocupada por un centenar de campesinos para protestar por la falta de tierras. El 15 de junio la policía los desalojó violetamente, dejando 17 muertos (once campesinos y seis policías). A pesar de que la policía no respondía propiamente a Lugo (como se sabe las fuerzas policiales en América Latina tienen su propia agenda política y no soportan ser gobernadas por mandatarios de distinta ideología). Una semana después, el Congreso lo destituyó a Lugo por mal desempeño de su cargo en el caso, a pesar de que se comprobó que en realidad se había roto la cadena de mando y la represión policial no obedeció a orden suya.  El problema, todos sabía es que Lugo se había alineado con los gobiernos progresistas de América Latina (en su caso, el eje Argentina-Uruguay- Brasil), lo que perturbaba intereses internacionales de otros actores más poderosos,  y pretendía motorizar políticas sociales que molestaron a las elites nacionales. Por supuesto, los mandatarios que lo siguieron negaron que se haya tratado de un golpe de estado, pues se siguieron todos los procesos formalmente legales para la destitución.

En enero de 2015 en Argentina, un fiscal federal anuncia que presentará una denuncia contra la presidenta por la comisión del delito de encubrimiento. La denuncia es totalmente absurda y jurídicamente inocua, no especifica bien en qué consistiría el delito y carece de pruebas, pero causa gran revuelo político. Un día antes de que el Fiscal debiera explicar la denuncia ante el Congreso de la Nación, aparece muerto. Las semanas siguientes los grandes medios de comunicación (abiertamente opositores) instalan la idea de que la muerte es culpa del gobierno. Ningún redactor con firma se anima a acusar directamente, pero crean confusión y abonan la idea de que al gobierno le interesa encubrir lo que ha de ser homicidio, sugiriendo así que estuvo involucrado. Los medios internacionales y opinólogos altruistas de toda clase lo dan por hecho: la muerte del fiscal fue a manos del gobierno. Otro fiscal federal retoma la denuncia contra la presidenta y la presenta en la justicia. A mediados de febrero los fiscales federales más opositores convocan a una marcha multitudinaria “por justicia” que nuclea a todos los sectores opositores, en las que numerosas voces acusan al gobierno de la muerte  (el final de la historia no está aún escrito, pero está claro qué es lo que está en juego).

Tanto en el caso de Zelaya como de Chávez, además, voceros mediáticos o de la oposición han intentado instalar la idea o han propuesto directamente, declararlos incapaces mentalmente para ejercer la presidencia. En nuestro caso, hay un periodista médico que insiste permanentemente en las afecciones psiquiátricas de la presidente ¡no son acaso demasiadas las coincidencia, para abandonar ya la ingenuidad?

A quién hablarle

Quiero empezar por el famoso problema del kirchnerismo o antikirchnerismo. Y quiero empezar por aclarar que a mi no me afecta. Que la supuesta “grieta” a mí no me ha atacado. Quiero decir, que si bien he votado a este gobierno casi todas las veces desde que empezó, mantengo un criterio propio y personal sobre lo que me parece bien y lo que me parece mal de él. Y que si lo vuelvo a votar es porque me sigue pareciendo que hay cosas que hace “bien” que superan a las que hace “mal”, o mejor dicho, porque evalúo las posibilidades reales de lo que haría otra fuerza política en caso de llegar al gobierno y en ese cuadro (imaginario, hipotético, claro está, porque en definitiva no sabemos que hará este gobierno ni que haría aquel otro en los próximos años), apoyo a la opción que está más cerca de lo que yo prefiero.

Ahora, puedo charlar muy bien, muy amablemente y por mucho tiempo con gente que ha votado y vota distinto, en tanto mantenga un criterio respetable, propio, argumente, y respete las argumentaciones también. De hecho, en mi grupo de amigos más cercanos, predominan los que han votado por otras opciones políticas y no han dejado de ser mis amigos ni un poco. Por otro lado, no puedo ni sentarme a hablar con aquel que despotrica contra el kirchnerismo con argumentos racistas o violentos, y que desde su soberbia me descalifica por que él ya ha decidido como deben ser las cosas y no acepta que yo piense distinto. También me cuesta hablar con el “soldado” que defiende cualquier cosa del gobierno, que hace de los “sapos” o las agachadas, una patriada, en vez de aceptar por ejemplo, que son “garrones”, pero explicar que deben ceder a ellas por esto o por lo otro. Es que no se puede charlar con soldados ni con autoritarios. Y entiendo perfectamente que los “soldados” (aquellos que son orgánicos a un proyecto o a un líder) son absolutamente necesarios en un movimiento político, también creo que los movimientos políticos necesitan de aquellos que lo apoyan pero con criterio propio, que son capaces de señalarle defectos, que condicionan su compromiso a tal o cual postura. Cuando deja de existir esa gente, el movimiento deja de ser genuino, y deja de ser flexible. Yo creo, que precisamente ese ha sido el principal pecado del antikirchnerismo: volverse tan obtuso, tan cabezadura, tan soberbio, tan insultante que ha perdido la posibilidad de tener una agenda propia, lo que a la larga lo convertiría en una opción más votable para un gran cúmulo de votantes no-soldados. Es cierto que el mismo gobierno a veces derrapa también en ese sentido, pero encuentro esa actitud mucho más fuerte (y errada) en la oposición, al menos esa oposición que se nuclea, en los medios, a través del insulto, y no del argumento.

Si decirme kirchnerista implica que voy a “bancarle” cualquier cosa al gobierno (como Milani, como Berni, como algunos discursos “de derecha” en los que a veces derrapa la presidenta), que me va a privar del juicio y del argumento, entonces no lo soy, a pesar de que he votado la mayoría de las veces a este gobierno, y a pesar de que he ido a algunas marchas en su apoyo. Y creo que soy funcional a la salud del movimiento también al no serlo. Como sería muy funcional a la oposición tener gente con criterio propio, que reclame agenda propia, y que no siga siempre la agenda del gobierno por la negativa, que es una patética forma de subordinación impotente.

Creo entonces, que no se puede hablar ni con los soldados ni con los soberbios de ninguna de las dos causas. Si están tan convencidos de lo que piensan, o al menos de lo que se puede decir o no públicamente ¿Qué sentido tendría argumentar? Voy a intentar habar con aquellos que aún tienen criterio, que aún respetan el argumento, que respetan también “el dato duro” (y no me vengan acá con complejas discusiones epistemológicas, sabemos todos a qué me refiero).

A quien le importa qué

Lo cierto es que ha habido algunos artículos, tan buenos sobre la cuestión Amia/Nisman, que casi no haría falta decir más. Aquí pego uno de los mejores que he leído:  http://www.lavaca.org/notas/la-muerte-de-alberto-nisman-y-la-amia-a-quien-le-importa-la-verdad/

Para mis adentros, el mismo día que murió Nisman me dije: "A partir del minuto 1 de la muerte de Nisman dejó de importar quien lo mató, y lo que importa es a quién se la cobramos políticamente". Es decir, cómo hacer para que esa muerte le afecte políticamente a este otro, y me beneficie a mí. Eso es lo que todos los operadores políticos incesantemente han venido planeando y discutiendo desde que se enteraron la noticia. Un amigo mío que milita en un partido opositor (por esas cosas de chiquitaje político, porque ideológicamente es muy parecido al gobierno), me lo blanqueó al día siguiente: “Para el gobierno será una bomba en la cara (así había dicho yo), pero a nosotros esto, políticamente, nos viene bárbaro” .

Nadie informado medianamente creyó que verdaderamente al Fiscal lo había matado el gobierno, al contrario, fue una bomba en la cara del gobierno y pensaban aprovecharla como tal.
Pero para aquel despistado que no entienda por qué es obvio que el gobierno no fue (ningún gobierno será tan torpe), una lectura política de lo más básica podría ser:
1)      El fiscal había adquirido notoriedad pública justamente por anunciar que iba a denunciar penalmente al gobierno, con lo cual “el gran público” desinformado iba a encontrar como primer sospecho al mismo gobierno (cosa que, efectivamente, pasó).
2)      La denuncia era muy mala, jurídicamente, y carecía de pruebas (es más, la principal prueba había sido desmentida por el testigo: el exdirector de Interpol), con lo cual, se iba a “pinchar” sola, desde el primer minuto de su presentación pública en el congreso (algunos columnistas responsables, desde los mismos medios opositores debieron reconocer eso). Hubiera sido un triunfo político grande para el gobierno, que el denunciante, al que con tanto entusiasmo se subió la oposición, quedara en ridículo.
3)      Por poder plantar la oposición en la imaginación del público que el gobierno lo mató, o por acusarlo de negligente para su protección, el costo político de la muerte siempre iba a recaer en el gobierno (ante estos casos, para sospechar quién está atrás, no hay que preguntarse quién es el bueno o quien es el malo, pues no existen tales cosas, hay que preguntarse quién se beneficia o quien se perjudica).

De hecho, esto es lo que ha ocurrido, aunque ningún periodista local afirme que el gobierno lo mató, el impacto del hecho, hace que los ojos suspicaces se dirijan sin mucha reflexión, contra el gobierno. En la prensa internacional se sugiere que fue el gobierno, y tuiteros opinólogos de causas justas que desconocen, lo repiten. Internacionalmente, y sin derecho a réplica, el gobierno argentino ha matado a un fiscal. Persecución política. Terrorismo de estado. Delito de lesa humanidad. Dictadura. Todo se monta, todo cabe, toda acusación encuentra en este hecho su ratificación. Si no reflexivamente, emotivamente.

En la marcha del “18F” (¡que tilinguería empezar a nombrar así las fechas! ¿Tan trabajoso es poner 18/2, por ejemplo?) quedó claro que lo que allí se manifestaba nada tenía que ver con el luto por un Fiscal muerto, sino con el hartazgo de ciertos sectores contra el gobierno. El objetivo co el que se anuncia es una excusa, un título para una convocatoria, que, se sabe, está dirigida a debilitar, o exigir, o criticar o como quiera llamársele, al gobierno. Porque no importa tanto el título de la marcha, si no quiénes convocan y contra quienes se convoca. Las razones de los que van “contra” pueden encontrar en Nisman un símbolo o una excusa, pero sus fuentes son otras muy distintas: manifestar y reafirmar un sentimiento generalizado contra el gobierno, por sus políticas, por su estética, por lo que representa. Y las razones de ese sentimiento “contra” pueden ser aún más amplias: desde aquel que encauza su resentimiento y explica sus frustraciones a partir de encontrar en el gobierno un culpable (de la inflación, de la inseguridad, de que lo echaron del trabajo, de que es un paria social…), hasta aquellos actores más políticamente conscientes, que lo hacen estratégicamente para fortalecerse y/o para debilitar al gobierno (los fiscales federales, el gremio de judiciales).

Nuevamente no importa el culpable de la muerte de Nisman si no lo que se puede hacer de él muerto cómo símbolo. De las sentimientos sociales que permita representar y capitalizar, de las fuerzas políticas que pueda nuclear y posicionar.

La ingenuidad funcional

Por eso sí importa saber que muchos de los golpes de estado institucionales de los últimos años en América Latina, no son fruto de las rebeliones militares como antes, si no de marchas confusas, que se embarran, y terminan en  maniobras de desestabilización seguidas por un aprovechamiento rápido y oportuno de las circunstancias por parte de aquellos que están esperando a tomar el gobierno.
Si algún opositor “de buena fe” que haya ido a la marcha, está en descuerdo con echar al gobierno nacional (la mayoría, claro, estaba de acuerdo), será aquel que también habría marchado en Venezuela, en Honduras, en Paraguay y en Ecuador sin  saber y -a lo mejor sin querer aceptar por más evidencias que se le presenten- que su resentimiento organizado, el repudio que manifestó como ejercicio de su libertad de expresión, iban a ser aprovechados para intentar un derrocamiento “institucional”. Esto es, un golpe de Estado al presidente, en el que participa alguno de los otros poderes del Estado (el legislativo y el judicial) y que en apariencia no es ilegal, porque sigue todas las formas legales. Es que si no les cabe ya el título de “golpes de Estado”, serán “golpes de gobierno”, pero de trata igualmente de quebrar todas las reglas del juego democrático, e imponer las preferencias de aquellos que han perdido en las urnas, a base de la fuerza y del engaño.

Hay que tener cuidado con quienes se junta uno para manifestarse y con que van a lograr esos con ese reclamo al que uno le está prestando su fuerza ¿Sabían, por ejemplo, que entre los principales convocantes estaban fiscales y funcionarios, acusados por los mismos familiares de la Amia, de encubrir y desviar la investigación del atentado? ¿Y para que estarían allí, entonces? ¿O mejor, para qué convocaban ellos mismos a la marcha?

A todos mis amigos que no son kirchneristas y que son de buena fe, les advierto: Esto ya pasó antes. Pasó muchas veces, en América Latina, y pasó siempre con gobiernos democráticamente elegidos. Permítanse preguntarse a ustedes mismos a qué están siendo funcionales en su ingenuidad.















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 Comentarios:



Este comentario me llegó por mail por vía de un amigo quien no me envía los datos de su autor. Lo copio entero, respondiendo punto por punto. Desgraciadamente no puedo colgar comentarios propios en el blog, así que les pido que me dejen sus comentrios en el blog así lo puedo responder. Gracias.

- “Se come los hechos de que el Congreso es de mayoría K. “ No me como nada. La nota no se trató sobre eso, pero si te referís a que por eso es inviable un derrocamiento institucional, no estoy de acuerdo. Una campaña de desgaste y hartazgo en laopinión pública rompe fácilmenete esas mayorías. El Congreso es K en tanto le convenga ser K, y los políticos que lo forman dejarán de ser K cuando les convenga también. Por otro lado, en los casos que yo referí, también ha habido golpes que empiezan con una persecución judicial.
- “Que la Corte si bien no es aliada, tampoco es enemiga.” No estor de acuerdo. La Corte es bastante “Anti K”, pero más allá de eso, el verdadero poder judicial para estas cuestiones políticas está en los fiscales y jueces federales que en la CSJN. Y ahí si está clara laposición política mayoritaria.
- “Que el Ministerio Público Fiscal de la Nación lo maneja una K.” Si, en contra de casi todos sus fiscales, que han tratado de voltearla. Tiene un poder muy acotado en ese sentido, no como parece sugerir tu comentario, que ella verdaderamente pudiera ordenarle a los fiscales qué hacer.
- “Que a la Policía Federal la maneja a su antojo Berni (QUE ES KIRCHNERISTA, CHE!!!).” Primero, ni Berni ni ningún Ministro o Secretario maneja a la federal. Eso refleja un profundo desconocimiento de la cuestión policial en la Argentina: a la policía la manejan sus propios caciques, te bancan como jefe o te voltean, pero no se dejan ser gobernados, eso está claro.  Luego, que Berni sea o no K, a mi me tiene sin cuidado. Dejé en claro que es una de las cosas que no me gustan de este gobierno. Y que como cualquier persona con criterio debe tener libertad de opinar. Repito, no soy un soldado, defiendo las cosas que me parecen dignas de defender y no defiendo lo que me parece indefendible.
- “Que los militares están desmantelados desde hace años.” ¿Y? La nota es clarísima en advertir que los golpes hoy se dan institucionalmente, con los medios y otras fuerzas del Estado, no con los militares.
 - “Que a cada escalada de los medios de la Corpo, hay una respuesta de los medios de la Korpo.” Primero no somos niños para andar hablando con esas infantilizaciones. Rechazo eso de “la Corpo” , y más aún “la Korpo”, como me parecen también infantiles los juegos de Palabras que hace por ejemplo Verbitzky, al hablar de “Maurizio” Esos juegos está bien si uno es adolescente, pero ya estamos grandes, no? Pero hablando de la cuestión de fondo, los medios oficialistas no deben llegar ni a un tercio de la audiencia total de los medios abierta y activamente opositores (no es sólo que sean opositores, que eso estaría bien y hasta sería saludable, sino que conspiran activamente para desestabilizar). No vas a comparar el poder político real de unos y otros. Pero la nota no se trataba sobre el poder y la forma de actuación de los medios, así que paro aquí.
 - “Que la mayoría de provincias son gobernadas por los K”. La mayoría de los gobernadores actúan en su propio interés. Son K cuando conviene ser K y dejarán de serlo cuando deje de convenir. No seamos ingenuos. Por eso, si el ambiente se enrarece y el reclamo parece ser generalizado, muchos de ellos serán los primeros en anotarse en la carrera por la sucesión.
- “La oposición, fragmentada (salvo el peronismo, que sigue siendo peronismo en todas sus ramas: K, Scioli, Massa).” Esta frase sí merece más detenimiento. Que creas que el peronismo “sigue siendo peronismo en todas sus ramas” o en una tautología nominal, o es un error serio. Quiero decir, si eso supone que el peronimo, en todas sus ramas, tiene una misma ideología, o que hay un pacto entre ellos para aliarse, estás equivocado. Hoy no hay nadie más opositor que Massa, y nadie más alejado ideológicamente del gobierno tampoco. Por otro lado muchos de estos peronistas  suelen protegerse de su opositor también peronista, con persecuciones políticas. En esta frase, que sugiere que todos los peronistas son iguales, te manifestás como un soldado antiperonista, no como un sujeto razonante, lo cual, a mi juicio, ya deja de legitimarte en la discusión, pero por decoro, seguiré. Pongamos que fue sólo un desliz.

- “Que esta marcha fue iniciada como parte una movida de grupos de poder distintos al estatal, no lo dudo. Son los mismos que en algún momento se codearon con los que están en el poder, hasta que se fueron descartando.” Lo único que advertiría aquí es que no confundas Poder con Gobierno, ni Gobierno con Estado (en el discurso liberal antipolítico “gargarelliano”, se confunden –a propósito- las tres instancias, para que un discurso contra el gobierno, parezca un discurso de izquierda, o liberal anarquista, contra “El Poder”, pero es falso, el poder está en otro lado, en un lado al que este discurso termina invizibilizando y así, defendiendo).  Creo que cuando vos te referís a quienes “están en poder” te referís en realidad, a quienes están en el gobierno. El gobierno de una nación como la nuestra es sólo una cuota muy pequeña del poder. El Poder, elpoder fáctico, está en otros gobiernos y agencias, nacionales e internacionales, en ese conglomerado de empresas que llaman “mercados internacionales”, está en los bancos, en las grandes empresas de comunicación, etc. Etc. El Estado por otro lado, auna a un montos de agencias y sectores con intereses muy distintos. La policía, los jueces, los legisladores, también son el Estado y sin embargo han conspirado en los casos que ya vimos, contra el gobierno.
- “Que estos grupos logren voltear a la Presidente, no lo creo (por lo que digo).” Ojalá no lo logren, pero que lo están intentando, no te quepa duda. Una diputada del Pro salió a pedir el juicio político de la presidenta justo ayer cuando yo colgaba la nota.
- “Tampoco dudo que la mayor parte de la gente no salió "ingenuamente", si no porque tenía sus propios motivos. Ponele que no sean los que uno crea que son los correctos, pero eran suyos.” Es exactamente lo que yo digo. Que la gente salió por motivos varios que se aunaban en un reclamo contra el gobierno, en la manifestación de hartazgo contra él. La parte de los “ingenuos funcionales” a los que apelo es, queda claro, a aquellos que siguen pensando que la marcha del miércoles fue en realidad para esclarecer la muerte de Nisman.

- “Esto se decide en las urnas.” Es exactamente lo que digo yo.

- “Yo recuerdo lo que siempre me repite mi viejo, de lo que Alfonsín le dijo a Menem cuando le entregó el poder, y que encontré parafraseado en un acta de 1994 dicho por un legislador fueguino : "Cuando las ratas abandonan el barco, cuando el gobierno democrático se sienta acosado y agobiado por quienes pretendan destruirlo en pos de sus mezquinos intereses, allí estará, de pie y firme, la Unión Cívica Radical para defenderlo y defender la continuidad de las instituciones de la República".” Desgraciadamente la historia demuestra que la UCR no es ese partido alfonsinista idealizado que todos recordamos de los 80. La UCR real histórica, también había participado antes de maniobras de desestabilización y golpes de estado (el más claro: el 55!), y también tiene expresiones bien de derecha tanto como un Berni o un Milani hoy en el kirchnerismo. O sea que no creo que sea ese reservorio de virtudes republicanas y democráticas que en su propio imaginario se platea que es. Pero ojalá sí lo sea alguna vez.

- “No sé si la actual conducción de la UCR sería capaz de ponerse ese traje, pero en mi caso, allí estaré. “ Esto ratifica que estoy hablando con un soldado, con alguien que habla “desde la camiseta”, que piensa que sólo su partido tiene razón y que nunca va a encontrar nada bueno en el otro, y menos si lo descalifica, todo junto, como peronismo. Por eso, salvo que la sigamos en otros términos, al discusión me ha dejado de interesar.

Comentarios

  1. Próximamente se vendrá mi comentario. Por lo pronto, te felicito por tu nuevo proyecto.

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  2. El artículo me ha llamado a revisar la idea de "golpe de estado institucional". Soy politóloga pero me alejé de la ciencia política hace casi 20 años y me dediqué a la economía, por lo que no soy para nada palabra autorizada. Estudié ciencia política en el auge del alfonsinismo y en esa época la figura del golpe de estado estaba relacionada directamente con la sustitución de gobiernos por regímenes militares. Obvio, me fui al google scholar para ver si en estos 20 años aparecía algún desarrollo teórico sobre esta nueva figura del "golpe institucional". Hagan la prueba de buscar en el scholar " institutional coup d'etat". Si bien lo hice muy rápido, no encontré nada. Hay varios papers de los que se deduce que crecientemente los actores políticos han comenzado a usar esa terminología en Africa, A. Latina y algunos casos puntuales de Europa (Portugal) para describir lo que parece ser una salida traumática, anticipada, del poder de un presidente o jefe de gobierno. Es decir, no por la via de una votación regular, incluyendo renuncias por los más diversos motivos y elecciones anticipadas. Con este criterio, la salida de Alfonsín y de De la Rua del gobierno caerían en esta defiinición super amplia y nada técnica, pero valiosa ya que parece ser la de los propios actores políticos. En los papers puede observarse que los académicos siguen entrecomillando el término "golpe institucional" que crecientemente usan los actores políticos, lo cual indica que el término aún no está asimilado en la academia. En suma. Primero, la idea que nos propone el bloggero es interesante, aunque no parece haber todavía mucha teoría o reflexión de los especialistas sobre esto. Segundo, asumiendo que la marcha hubiera sido parte de una operación de este tipo de golpismo sui generis, pregunto> en el caso argentino actual - distinto de la Venezuela de Chavez, o el Paraguay de Lugo, etc.) con elecciones tan próximas y tres candidatos fuertes que no serían continuistas, por qué los actores jugarían realmente a hacer un "golpe institucional" en lugar de simplemente esperar a las elecciones?? claro.. me dirán... los actores no son siempre racionales.. y sí.. ja! Tal vez la marcha puede simplemente ser parte del mecanismo normal previo a elecciones de buscar influir / convencer, etc. a los votantes indecisos. Una explicación más simple que la del golpe institucional, ja! Parsimonia le decíamos a eso. Primero testemos las explicaciones más simples antes de las más intrincadas.. ja! A ver... un politólogo o historiador por allí que tenga algún expertise para aclarar un poco el panorama... Abrazos y gracias por el aporte Ale Goldin!

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    1. Hola, Ale Goldin:
      Gracias por tu comentario.
      Respecto del concepto quiero aclarar que este blog es para reflexiones y opinión, no para papers académicos, por eso no me cuestioné ni justifiqué el uso del concepto. Lo uso como se suele utilizar hoy en las discusiones políticas, eso es todo. Tampoco soy politólogo, soy abogado penalista y me dedico a la sociología y a la hace 15 años más o menos (y a la docencia universitaria en ambas materias). Lo que escribo aquí no lo escribo desde ninguno de esos dos lugares. Es, digamos, un lugar para la reflexión "de café" pero sin chicanas.
      Respecto de la utilidad de un golpe/proceso de desestabilización así, yo pensaba lo mismo que vos el año pasado: el kirchnerismo ya está muriendo. Venga quien venga es de ideología opuesta. ¡A qquien le puede interesar forzar una salida/derrocamiento? Pero resulta que el kirchnerismo tiene un núcleo duro que no mengua, y parece con suficiente fuerza como para forzar a Scioli a incluirlo en sus listas... y aquí la cosa cambia. Si el kirchnerismo llega con suficiente fuerza al final del mandato, puede sobrevivir, y atacar desde la oposición (o desde esa oposición-en-el-gobierno, como la que hizo Mariotto) y hasta, quizás, volver. Entonces ahí si interesa "sacarlo" antes, forzar su huida, porque los votantes argentinos no perdonamos renuncias ni huidas: Alfonsín nunca volvió a tener peso político una vez que tuvo que terminar anticipadamente su mandato, Menem se quemó por no querer presentarse a segunda vuelta, De la Rúa es cadaver político, incluso los vicepresidentes Chacho y Cobos, ambos, tras renunciar, perdieron toda su representatividad.
      Justamente el ejemplo de Alfonsín sirve para ver que en efecto, quienes te quieren voltear lo van a intentar aunque sea unos meses antes de entregar tu mandato.

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  3. En algún lado escuché que este golpe institucional tan cercano a las próximas elecciones sirven más que nada para marcarle el terreno al próximo gobernante.

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    1. También puede servir para eso, no? Ah, y juntando este comentario con el anterior -y ahora si poniéndome académico-: No creo en el principio de la "parsimonia". Nos lleva a pensar en términos de causalidad, y para explicar cuestiones sociales, me parece, ese camino queda estrecho. De hecho, si explicamos la persistencia de la una cosa a partir de sus funciones (no de sus intenciones, o de su origen, si no a partir de sus efectos), veremos que hay muchas fuerzas y factores que intervienen y modelan, por ejemplo, un movimiento social o una manifestación colectiva. Los efectos funcionales a determinado objetivo pueden ser muchos: marcar la cancha, restar poder, desestabilizar, plantear internacionalmente que el gobierno fue el que cometió el crimen, sin necesidad de demostrarlo... Pufff. Hay muchas cosas que se pueden hacer...
      Gracias por tu comentario

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